La narcomúsica, las narconovelas con la Reina del Sur a la cabeza, la brutalidad hasta enternecida de la policía de Chicago, completan el cuadro bien elaborado que crea una hegemonía violenta distractiva/destructiva, ajena a los bajos salarios, los desalojos, la vida costosa para los pobres y los “emprendedores” de venta callejera que emprenden su huida ante la presencia de los violentos policías municipales.
Los televidentes incorporados a un nuevo sentido simbólico deconstruyen el orden ético preexistente que delimitaba el bien del mal a la forma de la vieja cristiandad. Hoy, se exponen sicarios jóvenes devotos a la virgen, a los cuales un periodista les pregunta si no han leído el «No matarás» como mandamiento y los jóvenes sicarios responden que también las escrituras dicen: «Comerás el pan con el sudor de la frente”.
Narrativa de verosimilitud, sociología del lenguaje cruel con sentido simbólico que sucede con relatos, sonidos y silencios donde una imagen es mejor que mil palabras enredadas en entornos que banalizan el mal más radical con la representación de los crímenes actuados. Los pervertidos o sádicos son parte de la noticia terrible y terrorífica, la notica normal, la del día a día.
El mal radical dejó de ser un pecado original, es ya la manera histórica y política “cristalizada” que reduce la vida a una condición superflua y hace de la cotidianidad una sobrevivencia, donde los que no mueren ven destruir sin escrúpulos una parte de la existencia que se vuelve más ajena que nunca.
Cuando el horror hace acto de presencia, los ciudadanos debemos rechazar la contemplación y repudiar los nuevos campos de concentración y de extermino. No es posible que las ciudadelas cerradas sean garantías de seguridad y la ciudad se multiplique con guetos y toques de queda autoimpuesto por el poder del miedo donde las casas, el pronto refugio, sean otra fuente de neurosis y donde la convivencia comunitaria se ausenta
Esta realidad, nueva banalidad del mal, asfixia la libertad aun en escenarios liberales, nos impone un poder totalitario-terrorista que intenta conformarnos como sujetos incapaces de pensar sobre el sentido moral de convivir en paz, es núcleo perverso de ideología dominante.
Ideología dominante y perversa donde morir deja de ser un acto heroico y matar un ejercicio de progreso, porque como Camilo Torres lo señaló: “La violencia abrió canales de ascenso social. Los jóvenes llaman naciones a sus barrios y para matar contratados como sicarios se sienten soldados con “harta demencia”.
“EL BIEN ES LENTO PORQUE VA CUESTA ARRIBA. EL MAL ES RÁPIDO PORQUE VA CUESTA ABAJO.”