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Junto al longevo fogón tu silencio y tus canas blancas se confunden con el humo, pareces ausente, abuelo; cómo duele saber que cada día andas más cerca de la frontera de la vida; y en aquel canasto donde me enseñaste a recoger la cosecha de maíz voy atesorando tus palabras; las moleré, las fermentaré y todos los días de tu ausencia en tu nombre, una copita, una copita, una copita.​