cuando dos serpientes gigantescas cruzaron
el mar desde la isla de Ténedos. ¡Fue todo tan veloz! ¡Nunca olvidaré las
crestas rojas, las bocas abiertas, los colmillos filosos como dagas! Subieron a
la playa y nosotros corrimos asustados, en cualquier dirección, las serpientes
fueron directo al altar donde Laoconte
inmolaba a un toro, con dos de sus hijos. Enseguida mataron a varios muchachos
a dentelladas. Luego fueron por Laoconte: intentó defenderse pero cayó
en el polvo, teñido de negro por el veneno y la sangre, amarrado por las
bestias.