Respuesta :
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Así, el médico húngaro Ignaz Semmelweis obligó a instalar fuera de la sala un
receptáculo con agua y jabón para que se lavaran las manos. También agregó
una sustancia clorada. Al principio, Semmelweis fue tratado como un loco, como
un excéntrico que quería hacerse notar. Pero casi de inmediato empezaron a
verse los resultados
Explicación: