- Socorro, socorro - grita huyendo un pobre Diez. - ¿Qué hay?¿Qué te pasa? Pero es que no lo veis? Me persigue una Resta. Si me alcanza estoy perdido. - Anda, perdido ... Dicho y hecho: la Resta ha atrapado al Diez y le salta encima repartiendo estocadas con su afiladísima espada. El pobre Diez pierde un dedo, y luego otro. Afortunadamente para el pasa un coche extranjero así de largo; la resta se vuelve un momento para ver si conviene acortarlo y el buen Diez puede tomas las de Villadiego, desapareciendo por un portal. Pero ahora ya no es un Diez: sólo es un Ocho, y además le sangra la nariz.