Respuesta :
¿Qué pasaría, pues? Hay dos escenarios extremos. Por un lado, el de la libertad. Y por otro, el de la servidumbre. Si la gente se niega a votar porque ha optado por rechazar la coacción política y legislativa, independientemente de cualquier justificación que ésta pueda esgrimir, estaríamos en la arcadia feliz de los liberales.
Si las personas se niegan a utilizar el Estado para violar la propiedad privada y quebrantar los contratos voluntarios, un porcentaje enorme de las actuales Administraciones Públicas desaparecería, y junto con él un porcentaje equivalente de los impuestos, el gasto público, la deuda pública, los controles, las regulaciones, las multas y las cuantiosas intrusiones de la política sobre nuestras vidas y haciendas. Y no sigo, porque rompería a llorar.
Si la gente dejara de votar porque rechaza incluso las dosis de autonomía personal presentes en los sistemas políticos actuales, todos ellos híbridos de libertad y coacción, estaríamos en un sistema similar al actual pero con menos libertad. Y por motivos diferentes tampoco sigo, porque rompería a llorar.